domingo, 5 de junio de 2011

Post Mortem

Suaves caricias a destajo, y sobre la cama se reposan aún tibios los pedazos de carne, palpitan los recovecos disléxicos, se apilan torsos descubiertos, mandíbulas ciegas mastican labios hasta desgastar articulaciones, se agotan los fluidos, silban los catres. Se desgarra la piel hasta volverse un envoltorio innecesario, se contrae, se tuerce, se diluye entre promesas. Los músculos escalan como tapias sobre estatuas en movimiento, prolongaciones bailan histéricas a un compás imaginario, cuerpos necios se golpean en una inercia confusa, se chocan hasta sangrar, hasta mutilarse, hasta extinguirse. De las cenizas crecen cabezas, brotan palabras que cobran promesas, se desgrana el silencio, se revuelven los sesos, una boca busca consuelo bajo otros besos, se acabó la escusa de amar a la mujer. La cabeza la mira a los ojos, de sus pupilas usurpa recuerdos. Se fruncen los ceños, se encojen los hombros. Una mano se dobla sobre sus costillas rotas, escarba en un pecho, asfixia pulmones de un soplo, corta la respiración, y entre sus dedos crispados, deshoja un corazón.

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